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El oro de la discordia

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Abstract:  Since Canada-based Pacific Rim Mining Corp.  and other mining companies have tried to get authorizations to extract gold from El Salvador’s underground, there have been division among local people, legal battles, and even homicides. The stronger concern is the effect of the mining activity, and the use of chemicals, in the country’s water supply. Both environmental groups that fight against metallic mining, and the mining company itself, have faced intimidation. At least four local activists have been killed. After the government has decided to deny further permission for mining activity in El Salvador, the company has demanded the Salvadoran State at the tribunal of the International Centre for the Settlement of Investment Disputes (ICSID), an instance of the World Bank. In past june, the tribunal said that the company’s case against El Salvador could go on under the country’s domestic investment law, which allows disputes with foreign investors to be referred to arbitration tribunals.

 

Drenaje ácido en río San Sebastián, La Unión, El Salvador

Drenaje ácido proveniente, según organismos ambientalistas, de minas en el río San Sebastián, en Santa Rosa de Lima, La Unión. Cortesía de CEICOM.

Si en El Salvador alguna gran minera extranjera llegara a extraer una onza de oro, esta ya vendría manchada de sangre. Las grandes compañías no pasaron de la etapa de exploración del terreno salvadoreño y ya había conflictos, enemistades entre vecinos y hasta muertes relacionadas con el tema. Uno de los focos de discordias, rumores y hechos violentos es el área aledaña a El Dorado, la mina en la que la canadiense Pacific Rim calculaba que hay 1.2 millones de onzas de oro.

Recuerdo la primera vez que viajé a la zona de Cabañas donde se ubica El Dorado. Fue en 2006 y me encontré con todo tipo de opiniones: jóvenes emocionados porque tendrían empleo, madres preocupadas por la posibilidad de que sus futuros bebés nacieran deformes o ciegos y hasta ancianos que aseguraban que, con las meras tareas de exploración, sus pocas vacas habían comenzado a morir.

Un joven activista, megáfono en mano, pregonaba a media carretera: “¿Qué les van a decir a sus hijos cuando no haya agua, ni animales, cuando nada crezca aquí y todos estemos enfermando? ¿Que era bueno para nuestra economía?”.

El Salvador nunca ha sido un país productor de minerales. El oro ha sido arrancado de las entrañas de la tierra en minas artesanales, bajo condiciones poco seguras, que culminaron con el abandono de las minas a mediados del siglo pasado. En pleno siglo XXI, la conveniencia o no de que se permita a grandes compañías canadienses taladrar el suelo salvadoreño y extraer las 6 millones de onzas de oro que, según aseguran las propias mineras, yacen bajo la zona norte del país, ha sido el motivo de división entre los pobladores de las zonas aledañas a las minas.

Empresas como Commerce Group han enfrentado la férrea oposición de grupos ambientalistas, por su intención de explotar minas en el departamento de La Unión, al oriente del país. El Centro de Investigación sobre Inversión y Comercio (CEICOM), organismo no gubernamental dedicado al estudio del impacto ambiental y social de diferentes actividades económicas, ha señalado los efectos adversos de la actividad minera.

La empresa canadiense Pacific Rim, por su parte, se convirtió durante un tiempo en una activa promotora de la minería moderna, pregonando que se trata de una industria con múltiples beneficios y pocos inconvenientes, todos mitigables. Se reunieron en El Salvador con medios de comunicación y con políticos. Además contrataron consultores y expertos que destacaran los réditos económicos que dejaría la minería en el país.

En notas de prensa publicadas en 2005 se repetía el mensaje: El Estado salvadoreño recibiría cerca de US$44 millones en impuestos, fruto de la actividad minera.

Huellas de sangre

En Victoria, San Isidro y Sensuntepeque, todos municipios de Cabañas, en el norte de El Salvador, se expandió la división por la minería metálica.  Entre 2008 y 2011, cinco activistas contra la minería han sido asesinados en estos lugares.

Uno de los casos más sonados fue el de Ramiro Rivera, presidente del Comité Ambiental de Cabañas, asesinado a finales de 2009, luego de sobrevivir a un intento de homicidio previo, a mediados de ese mismo año. Por la misma época fue asesinada a tiros Alicia Recinos Sorto. Al momento del ataque tenía ocho meses de embarazo y cargaba en brazos a su hijo de dos años, quien sobrevivió.

La local Radio Victoria, en el municipio del mismo nombre, ha dado espacio a las voces contra la minería, y también ha recibido amenazas, según ellos mismos han reportado en distintas ocasiones.

Tanto la Fiscalía General de la República (FGR) como la Policía Nacional Civil (PNC) han dicho que, al menos en los crímenes más recientes, los autores han sido supuestos miembros de pandillas delincuenciales, aunque también han indicado que se trata de rencillas personales, con asesinos a sueldo involucrados.

Pacific Rim, cuyo personal en El Salvador también ha dicho haber sido víctima de ataques, amenazas e intimidación por parte de supuestos detractores de la actividad minera, se ha desligado categóricamente y en varias ocasiones, de estos homicidios.

La Asamblea Legislativa citó, a mediados de este año, a la FGR y a la PNC para que explicaran las investigaciones sobre los crímenes en Cabañas, y las propias amenazas contra Radio Victoria.

 

El enemigo invisible

En San Isidro y Victoria la tierra no es muy bondadosa, no sobra el agua y hay mucha pobreza. Aquí, la minería ha generado temor. La principal preocupación de los pobladores, repetida además por grupos ambientalistas que actualmente han conformado la Mesa Permanente contra la Minería Metálica en El Salvador, es el hecho de que el cianuro forma parte del proceso.

El cianuro es tóxico para los humanos. Su efecto varía según su presentación y la vía de exposición al mismo, pero básicamente evita que el cuerpo aproveche el oxígeno que se transporta en la sangre, lo que puede provocar un paro respiratorio y causar la muerte.

Para El Dorado, Pacific Rim aseguraba que, después de la recuperación del oro y la plata, el cianuro sería desechado de forma segura: una vez destruido el compuesto usado en la separación de minerales, el contenido de cianuro en la solución sería menor que el promedio en una persona no-fumadora. Las soluciones se depositarían en una pila o embalse donde se descompondría por la acción de los rayos solares. Esto, afirma Pacific Rim, haría imposible la acumulación de cianuro en el medio ambiente.

Esta explicación no ha sido suficiente para calmar a los integrantes de la Mesa Permanente contra la Minería Metálica en El Salvador, ni a sus aliados internacionales. Este mismo mes, una coalición de entidades ambientalistas, incluyendo a Greenpeace Estados Unidos, enviaron una carta al embajador canadiense en Washington, para expresarle su preocupación por la demanda de Pacific Rim contra el Estado salvadoreño, por no otorgarle los permisos de explotación.

Mientras tanto, el Gobierno del actual presidente Mauricio Funes se ha pronunciado en contra de la minería y ha enfrentado el proceso en contra de El Salvador, promovido ante instancias internacionales. Pacific Rim no se ha dado por vencida y con esta demanda espera obtener los permisos de explotación en El Dorado.

El norte del país continúa igual: árido, con poca agua, y mucha pobreza. Lo que ha cambiado es la gente, sus opiniones y sus acciones ante la minería metálica. Ahora están más organizados aunque, irónicamente, también más divididos, y a la espera de un fallo internacional que podría significar la última palabra en este tema.

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Mariana Belloso Twitter: @beiiosoMariana

Journalist, writer, editor, economics student, mother of two girls. Living and writing in El Salvador, Central America.