Esclavos urbanos en Brasil
Abstract: Most bolivian migrants in Sao Paulo working in sweatshops don’t know that there are binational agreements that make working legally in Brazil quite easy. However, this information is not out there where unemployed and desperate people contact the recruiters that prepare the transportation of workers all the way to the border from where they are picked up and led straight to the labor shops. The conditions in which these workers live are being compared constantly to slavery, the XXIst century slavery, which might be worse than its predecesors because now the slave has no value in itself, another poor migrant is ready to take the place. What do we know about it? What media lets us know when they find it convenient. The State? Although it is its obligation to guarantee human rights for its citizens, in this case it is nowhere to be seen.
Pocos bolivianos empleados en fábricas textiles en Sao Paulo saben que existe un acuerdo bilateral para trabajar en nuestro vecino país con relativamente poco problema. El no conocer este detalle es uno de los hilos de miedo que tejen la dependencia entre los trabajadores bolivianos que son sometidos a condiciones similares a la esclavitud. Lo peor, es que los esclavistas (o explotadores) son conocidos, compatriotas, incluso parientes.
La total naturalidad con la que se reporta en varios canales de televisión desde los talleres donde se explota a los bolivianos es un poco desconcertante. ¿no se supone que trabajadores en condición de esclavitud, o semi esclavitud, deberían estar muy escondidos o prácticamente bajo la tierra? Uno esperaría eso pensando desde la cómoda silla en la que trabajamos, con acceso a medios, con información y educación en nuestros bolsillos y una total ingenuidad hacia la realidad laboral de nuestros países. Pensando que el mundo es un lugar mejor y que la esclavitud es un tema resuelto con las aboliciones de principios del siglo XIX, uno ignora cómo evolucionó el sistema de explotación en el mundo y no muy lejos, aquí al lado.
De cuando en cuando los medios sacan el ya conocido caso de poblaciones como la guaraní que sufre de este tipo de explotación rural hace décadas en los departamentos de Chuquisaca, Tarija y Santa Cruz pero sin mayor trascendencia. No pasa nada, a uno se le olvida hasta la siguiente “temporada” noticiosa. Y es que ya no es difícil notar las olas de novedades que manejan los medios y que en muchos casos son manipulaciones por parte de algún interesado con mucho peso. Lo mismo sucede con casos de trata y tráfico de menores, casos que fueron menú de cada día hace mes y medio, hoy ya nadie los recuerda. Sin embargo, también hay casos que pasan totalmente desapercibidos por los medios locales, o bien se hace una nota y se cierra el caso en los medios. Donde nunca se abre es en la Fiscalía. La explotación laboral está delante de nosotros a nuestro lado y no sabemos qué hacer frente a ella más que sorprendernos, olvidarnos y volvernos a sorprender.
Creo que es normal pensar que esta esclavitud no puede ser peor que la del siglo XVI o la del XIX (casos hay para escoger), pero comparto la opinión de la Secretaria Nacional de Inspección del Ministerio de Trabajo del Brasil, Vera Albuquerque, quien afirma que en la esclavitud moderna el esclavo ni siquiera tiene valor monetario pues puede ser reemplazado fácilmente por algún otro ingenuo y pobre migrante en busca de una salida a su desesperación. El alimento de lo que podríamos llamar el nuevo sistema esclavista es la necesidad, el miedo al hambre, el desempleo.
El sonado caso de bolivianos esclavizados en Sao Paulo en una fábrica que producía ropa para la marca Zara tuvo como resultado que Zara ya no contrate a esos trabajadores; sin embargo, la situación de explotación persiste. Las cosas no se están haciendo bien, el problema no está siendo afrontado con soluciones reales. Pero al fin, ¿cuál sería una solución real? Que los bolivianos no tengan que migrar para sostenerse, sí, pero eso está lejos de suceder; o bien que los talleres que explotan a migrantes de esta forma desaparezcan, podría ser; sin embargo, el ritmo al que crece la economía y la industria brasileñas en todo caso fomentan la aparición de estos talleres como hongos, así duren un día, y sigue siendo rentable.
Los cientos de migrantes bolivianos que están volviendo de España y su crisis, al no encontrar nada aquí, a pesar de que la situación laboral está mejorando, continúan migrando hacia Argentina o hacia Brasil, participando así de lo que se llama la migración circular. En muchos casos ni siquiera llegan a tocar suelo boliviano, simplemente son redirigidos por familiares o conocidos a los sitios de trabajo en Argentina, principalmente, y luego en Brasil.
Todo empieza en casa. En Bolivia los puestos de trabajo para trabajar en Brasil se ofrecen de dos formas: anuncios en medios de comunicación tradicionales, anuncios en las calles y por medio de reclutadores. Los anuncios públicos son los menos ya que así evitan una inspección laboral formal. En la calle sin embargo, se ofrecen los datos a los transeúntes de zonas comerciales y sólo a alguien que parece seriamente interesado se le dan los contactos para ahora sí obtener la información necesaria. Los que ponen los anuncios son los propios reclutadores que ofrecen transporte, comida y salario (del que se cobrarán los gastos iniciales). Estos llevan a los interesados por tierra hasta la frontera donde otro equipo de gente se ocupa de dirigir a los trabajadores hasta Sao Paulo, directamente al taller/vivienda donde trabajarán aproximadamente 16 horas al día, de lunes a domingo, por un salario entre los 250 y los 500 dólares. La meta de estos trabajadores es juntar dinero, no hacer vínculos, ahorrar para enviar dinero a Bolivia de vuelta o bien, para educar a sus hijos en Brasil y luego volver a Bolivia, aunque esta última parte no es tan fácil.
La migración laboral deriva de una economía que no crece y no genera los suficiente demanda, forzando a millones de hombres y mujeres a buscar trabajo en condiciones poco dignas, análogas a la esclavitud. Sin embargo, este fenómeno se alimenta también de una pobre educación y falta de información. Sin grandes gastos, los gobiernos de Brasil y Bolivia podrían poner en funcionamiento una campaña de información laboral para migrantes en los lugares donde se capta a las víctimas de este sistema. Es obligación de nuestros Estados garantizar los derechos humanos y una vida digna para todos sus ciudadanos.
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