Intelectual y madre: ¿discriminación en la academia?
Abstract: A few days ago, in an academic meeting, I was surprised to hear from a renowned anthropologist woman that she had rejected a postdoctoral candidate. The reason? The candidate had two children. What prevents a woman with children participating from academia?, I asked myself. That the academic world is full of requirements is something that is clear, but that having children can become an obstacle to achieving personal goals is complicated to understand. In Brazil, however, despite positions similar to the one from the eminent anthropologist, the participation of women in academia has increased substantially in recent years. These numbers, which in the Latin American context are clearly significant, have been achieved thanks to the existence of a sustained program of scholarships, where women have an important financial support to achieve their purposes.
Hace algunos días, en medio de una reunión académica, me sorprendió escuchar de boca de una prestigiosa antropóloga decir que había rechazado a una posible posdoctoranda por tener dos hijos. Debo confesar que el desconcierto fue mayor al saber que esta profesora era una abanderada feminista. No soy un militante activo de las causas de género, pero las injusticias y la insolidaridad me indignan. ¿Qué impide a una mujer con hijos participar del mundo académico?, me pregunté. Que el mundo académico está lleno de exigencias es algo que es claro, pero que los hijos se conviertan en un obstáculo para alcanzar metas personales es algo complicado de entender. Pareciera ser que la academia, a pesar de los avances, las luchas y la predominancia de los discursos de género, siguiera siendo un espacio radicalmente masculino, y asuntos como la maternidad quedaran relegados y excluidos, a no ser que fueran objeto de estudio.
Y es que para las mujeres la vida académica tiene una serie de implicaciones y de exigencias que no se comparan con las de los hombres. La multiplicidad de roles que le son exigidos, y en los que tiene que responder de manera incuestionable, resultan a todas luces desproporcionados. No sólo deben ser madres, sino buenas madres; no sólo deben ser académicas, sino buenas académicas; no sólo deben ser mujeres sino también bellas, delgadas, esbeltas, siempre jóvenes, etc., etc. No ocurre lo mismo con los hombres. Pueden ser científicos brillantes y padres desastrosos o ausentes, y nadie va a reclamarlo, lo uno no va a interponerse a lo otro. Podemos hacer juicios separados de la entidad masculina, pero cuando nos referimos a las mujeres, las cosas son más complejas. Un hombre público no es lo mismo que una mujer pública, un hombre alegre no es lo mismo que una mujer alegre. El despiadado juicio moral y misógino sigue imperando hasta en el lenguaje.
Digamos que en todos los escenarios laborales y profesionales acontecen más o menos las mismas cosas. Sin embargo, es en la academia donde la discriminación hacia la mujer se ha naturalizado de manera más palpable y más impune. Y paradójicamente son las Ciencias Sociales y Humanas las que se llevan el premio. Para no ir muy lejos, hace algún tiempo en una entrevista realizada para El País de España, el director de la Real Academia de Historia Jorge Anes, señaló que el poco número de mujeres presentes en la academia (3 de 37 hombres) era algo natural y obvio: “Hay una cuestión: un historiador necesita disponer de muchas horas para documentarse en los archivos. Y por desgracia, en las mujeres esas miles de horas están dedicadas a criar a sus hijos y a ser amas de casa”. Y este no es un ejemplo aislado, ni una excepción.
En Brasil, no obstante, y pese a posturas como la de la eminente antropóloga que he citado, la participación de las mujeres en la academia se ha incrementado de manera sustancial en los últimos años. Según cifras del estudio realizado por el Ministerio de Educación y Cultura de Brasil en 2011, el grado de escolaridad de las mujeres (6,7 años) ha sobrepasado al de los hombres (6,4 años), y el número de estudiantes mujeres en la universidad se encuentra en el 55%, convirtiéndose en mayoría. Igualmente importante es la participación de las mujeres en los cuerpos docentes. Según el estudio, de cada 100 profesores 83 son mujeres y a nivel universitario las estadísticas señalan que un 40% de los docentes son mujeres. Los resultados de estas cifras pueden verse en la práctica en la última entrega de los premios de la CAPES, entidad encargada de velar por la calidad científica de los posgrados en Brasil, a las mejores tesis de investigación: los tres primeros lugares, entre 12 mil tesis, fueron otorgados a mujeres. Estas cifras, que en el contexto Latinoamericano son claramente significativas, han sido alcanzadas gracias a la existencia de un programa sostenido de becas donde las mujeres encuentran un apoyo económico importante para alcanzar sus propósitos.
A pesar de que persistan ciertas ideas sobre lo que ha de ser un(a) académico(a), es claro que ser mujer no es, ni puede ser, un obstáculo. Mucho menos ser madre y tener hijos. De serlo así, esta eminente profesora no estaría en donde está, aun cuando haya olvidado su propia condición.
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