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Las deudas económicas del CAFTA

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La carne de cerdo es uno de los productos salvadoreños que no pudo aprovechar el CAFTA. Fotografía tomada por la autora.

Abstract: Seven years have have passed since El Salvador became the first country to start the application of the Central America Free Trade Agreement (CAFTA), signed with the United States. The agreement has had many detractors since its  negotiation, and  many sectors insist it has affected the Salvadoran production and even increased poverty. Meanwhile, the promised benefits of trade liberalization with the United States have been few; even the government has recognized that the country has not been able to take advantage of the agreement, and that sectors such as small and medium enterprises have had very few benefits from CAFTA.

La carne de cerdo es uno de los productos salvadoreños que no pudo aprovechar el CAFTA. Fotografía tomada por la autora.

La carne de cerdo es uno de los productos salvadoreños que no pudo aprovechar el CAFTA. Fotografía tomada por la autora.

 

Hace siete años, El Salvador se convirtió en el primer país en aplicar el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés), entre una férrea oposición de parte de la izquierda y una infinidad de mitos entre los salvadoreños.

Yo ya era periodista especializada en el área económica cuando, el 1 de marzo de 2006, los salvadoreños nos convertimos en el primer socio del CAFTA en echarlo a andar. Desde que se negociaba el tratado, en El Salvador hubo protestas, críticas, descontento y muchas opiniones en contra.

Había argumentos que iban desde el puro desprecio hacia el “imperio” estadounidense, hasta los más acuciosos informes de la desigualdad entre los mercados norteamericano y centroamericano, que dejaban en evidencia las desventajas para los productores locales frente a una apertura de mercados con la nación más poderosa del mundo.

Como reportera y como salvadoreña me tocó ver la vorágine que se creó  ante el arranque del tratado como una realidad: la gente creía que los pequeños negocios iban a cerrar, que seríamos invadidos por transnacionales, que habría quiebras de industrias salvadoreñas y pérdida masiva de empleos. Hubo más marchas y protestas contra el acuerdo.

Los promotores del acuerdo, por otra parte, aseguraban que sin este, El Salvador quedaría fuera del tren de la apertura comercial, que era la nueva realidad de la economía mundial. Prometían inversiones, más empleos y crecimiento de las pequeñas empresas, sobre todo aquellas dedicadas a los productos que más demanda tenían en Estados Unidos, aparte de la maquila: los nostálgicos.

Así, funcionarios de Gobierno montaban conferencias de prensa en pequeñas fábricas de pupusas o tamales para exportación, a la vez que anunciaban programas conjuntos con las autoridades estadounidenses para asegurar un buen aprovechamiento del CAFTA.

Finalmente, el día llegó. En el centro de San Salvador, la capital salvadoreña, las ventas de películas pirateadas, copias ilegales que se vendían entonces a $2, estaban en liquidación total y se ofrecían a $0.25. Al mismo tiempo, los vendedores de ropa escondían la mercadería que pudiera hacer alusión a marcas reconocidas y registradas, sobre todo estadounidenses. ¿La razón? El supuesto de que con la aplicación de CAFTA habría un endurecimiento de las leyes y medidas antipiratería, algo que al final se cumplió a medias.

¿Algo cambió? Siete años después, en San Salvador se sigue ofreciendo copias de las películas de estreno a $1, zapatos y ropa que copian a marcas reconocidas y “cachadas” (productos muy por debajo de su precio real, de dudosa procedencia). A siete años de CAFTA no pasaron los cataclismos que preveían los detractores del acuerdo, pero tampoco las bondades que se esperaban del mismo.

No logramos, como salvadoreños, entender que los TLC son herramientas, no fines en sí, de modo que depende de nosotros el buen o mal uso que hagamos de estos. También influye, por otra parte, qué tan preparados estábamos para tirarnos al ruedo de los acuerdos comerciales, para disminuir sus efectos negativos y potenciar sus posibles beneficios.

Mucho se ha escrito en el país sobre cómo el CAFTA dejó más expectativas que resultados. Quienes aún defienden a la apertura comercial y los tratados de libre comercio como herramientas para el desarrollo aseguran que la crisis económica mundial, iniciada con la crisis financiera en Estados Unidos en 2008, afectó profundamente el comercio hacia ese país y que este aún no se recupera.

Siete años pasaron y el CAFTA es una herramienta subutilizada. Las pequeñas y medianas empresas no despegaron, la economía no ha crecido a ritmos mayores y tampoco se dispararon las exportaciones hacia Estados Unidos. Productos sensibles como el maíz y el trigo no lograron la apertura deseada. Otros, como el azúcar, deben esperar años para lograr mayores cuotas de exportación bajo el acuerdo. El Salvador aún no ha logrado cumplir los requisitos para exportar carne de cerdo y así queda fuera del menú un producto estrella para los salvadoreños residentes en Estados Unidos: las pupusas de chicharrón.

Los empresarios más pequeños saben poco o nada de cómo utilizar este acuerdo, el Ministerio de Economía le bajó volumen a su promoción del mismo y, durante el actual Gobierno, los mismos funcionarios admitieron que el tratado no se ha aprovechado.

Detractores del acuerdo destacan además el hecho de que, por ejemplo, el déficit de la balanza comercial entre Estados Unidos y El Salvador –que El Salvador importa de Estados Unidos mucho menos de lo que exporta hacia ese país–,  se ha profundizado durante la vigencia del tratado y que este tiene más deudas que aportes a la economía.

Si bien no desaparecieron las pequeñas y medianas empresas, no hubo pérdida masiva de empleos  y tampoco nos han invadido las transnacionales. Desde el primer año de vigencia del acuerdo, han abundado los estudios que aseguran que ha sido nocivo para la economía o que propicia la profundización de la pobreza.

El objetivo de atraer más inversión tampoco se ha logrado. El Salvador es el país de Centroamérica que menos inversión extranjera directa (IED) atrae y el Gobierno ha visto la necesidad de aprobar leyes para tratar de captar más inversiones. Incluso se ha decantado por nuevos acuerdos con Estados Unidos, como el Asocio para el Crecimiento (Partnership for Growth, en inglés).

Mientras analistas, entidades especializadas en análisis económico y las mismas autoridades salvadoreñas y estadounidenses aseguran que los resultados del CAFTA se verán de mediano a largo plazo, continúan también las  posiciones en contra de este y otros acuerdos de apertura comercial. Siete años han pasado desde que abrimos nuestras fronteras comerciales con este acuerdo y el país sigue esperando las bondades prometidas por quienes lo negociaron, lo firmaron y lo siguen defendiendo.

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Mariana Belloso Twitter: @beiiosoMariana

Journalist, writer, editor, economics student, mother of two girls. Living and writing in El Salvador, Central America.