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Las “mujeres mantenidas”

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Las labores domésticas no son tomadas en cuenta en las cifras oficiales del PIB, pese a que organismos como el PNUD han calculado que tienen un importante peso en las economías. Fotografía propiedad de la autora.

Abstract: The stay-at-home women around the world make a big contribution to global economy. The unrecognized work of women engaged in unpaid domestic work can equate to 40% of Gross Domestic Product (GDP), but the official numbers do not take it into account. The failure to recognize the true value of housework is also a social problem, because these women do not have an income of their own, and are therefore more vulnerable to violations of their rights, and even to be despised and abused.

Las labores domésticas no son tomadas en cuenta en las cifras oficiales del PIB, pese a que organismos como el PNUD han calculado que tienen un importante peso en las economías. Fotografía propiedad de la autora.

Las labores domésticas no son tomadas en cuenta en las cifras oficiales del PIB, pese a que organismos como el PNUD han calculado que tienen un importante peso en las economías. Fotografía propiedad de la autora.

 

El trabajo doméstico, los oficios del hogar que realizan generalmente las amas de casa, es uno de los componentes de la economía más desconocidos. No se le incluye en las cifras oficiales del Producto Interno Bruto (PIB), y las estimaciones de su peso real en la producción de los países provienen de los cálculos de algunos organismos no gubernamentales.

Y sin embargo, detrás del motor de la economía hay un ejército de mujeres que permiten, desde sus hogares, que todo funcione bien. Diferentes organismos han dado por llamar a esto el “trabajo doméstico no remunerado”, o TDNR, para distinguirlo de lo que hacen los trabajadores domésticos, quienes hacen estas mismas tareas, pero a cambio de un salario.

A las mujeres que se quedan en sus hogares y se convierten en amas de casa no sólo no se les reconoce su labor, no se les paga, no se le dan las prestaciones más básicas (como seguro médico), ni tienen un plan de retiro digno, sino que se les llama “mantenidas” y en muchos casos son objeto de abusos de diferente tipo por parte de sus propios compañeros.

Como madre, profesional y también ama de casa, puedo decir con toda propiedad que un fin de semana con mis hijas es mucho más agotador que cinco días metida en la redacción del periódico donde laboro. De hecho, considero que mantener en orden mi hogar al llegar por la noche es mi segundo trabajo, una parte muy pesada de mi jornada.

No puedo imaginar lo que sería dedicar el 100% de mi tiempo a estas tareas, y aún así tener que pedirle dinero a alguien más hasta para mis necesidades más básicas. Y sin embargo, esta es la realidad de millones de mujeres alrededor del mundo.

Las pocas cifras disponibles muestran el verdadero valor de este aporte: el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcula, por ejemplo y para el caso de El Salvador, que si se midiera el trabajo doméstico no remunerado (TDNR), en 2005 este habría aportado el 32% del PIB salvadoreño.

El valor económico del tiempo y esfuerzo que invierte en las labores de sus propias viviendas no es algo que se discuta públicamente. Simplemente una mujer que se queda en casa a cuidar de ésta y de los hijos es “mantenida”, sin más. Sin ingresos propios es más difícil exigir derechos, e incluso respeto.

Y como sucede con otras cuestiones sociales, la situación se agrava entre las mujeres que viven en zonas rurales. Un informe del Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), elaborado con datos de 2009, señala que un 38% de las mujeres del área rural no contaban con un ingreso propio.

Cualquier persona que se haya dedicado a las labores de su hogar sabe lo pesado que es esto. En nuestros países latinoamericanos, generalmente esta carga recae sobre la mujer, aunque ésta tenga ya un trabajo formal y remunerado de tiempo completo. El mismo estudio de CEPAL añade que las mujeres latinoamericanas dedican una cantidad similar de horas al trabajo remunerado, y al no remunerado (y con esto se refiere a todos los oficios de sus casas). Las del área rural incluso trabajan más horas en total que las que viven en las ciudades.

El documento de CEPAL recomienda que se haga una medición del uso del tiempo de las mujeres, para determinar mejor el valor económico del TDNR. Esta es una cuestión que ya ha salido a la luz en otros países. En Cataluña (España), por ejemplo, un estudio local señalaba que si se contabilizara el trabajo doméstico, el PIB aumentaría en un 40%. En México se hizo un ejercicio similar en 2009, y se determinó que el trabajo del hogar equivalía a casi un 22% del PIB.

Si bien es cierto que hay algunos hombres que asumen estas tareas, estimaciones de diversas entidades coinciden en que un 80% del TDNR lo realizan mujeres. El PNUD destaca esto como un obstáculo importante para el desarrollo humano, puesto que para este último la equidad entre géneros es un componente básico.

A todas vistas, el hecho de trabajar más y aún así percibir menos dinero es una manifestación de las grandes diferencias en los índices de desarrollo humano entre hombres y mujeres. Lo es más aún cuando este trabajo está invisibilizado, menospreciado, tomado como algo “natural” o una obligación intrínseca para la mujer.

Además es un problema a futuro. En El Salvador, por ejemplo, de una Población Económicamente Activa (PEA) de cerca de 4 millones de personas, se calcula que arriba de 2.5 millones es parte del aparato productivo. Y de estos, sólo 600,000 están cotizando en alguna administradora de fondos de pensión, lo que les permitirá tener una pensión asegurada al momento de jubilarse.

¿Las mujeres “mantenidas”, las que se dedican sólo al hogar, tendrán pensión? “Mi pensión son ustedes”, me dijo una vez mi abuela, quien es también mi mamá de crianza, y quien dejó los trabajos en el sector formal para autoemplearse en pequeños negocios familiares y dedicarse a la crianza de sus hijos y, más adelante, de sus nietos, como yo.

Por desgracia, no todas las mujeres que se dedican a criar a sus hijos tendrán la posibilidad de que éstos las ayuden en su vejez. Las miles de ancianas que terminan en el abandono, la extrema pobreza y la indigencia en la región son prueba de ello.

La solución a estos problemas debe partir del reconocimiento económico y político de la importancia del TDNR es un proceso complejo que avanza a paso lento, pero que debe abarcar también el enfoque social. Así que la próxima vez que usted hable de una “mujer mantenida”, le invito a reparar en el verdadero valor del trabajo que las amas de casa asumen, mucho más si esta mujer es su madre, su hermana, su propia esposa.

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Mariana Belloso Twitter: @beiiosoMariana

Journalist, writer, editor, economics student, mother of two girls. Living and writing in El Salvador, Central America.