Libre comercio, música y mercado cultural en América Latina
Abstract: For some time, piracy has been the nightmare of the music industry. Its golden age began in the 50’s and lasted until the 80’s without any threat, not even the everyday practice of individuals reproducing music in cassettes. However, with the advent of the ” digital era” it seems that its decline has begun. In the case of Latin America, piracy is involved in a traditional informal market that has generated some interesting effects, mainly in the expansion and circulation of popular music genres. Contrary to global trends, this kind of practice is radically transforming the music market: piracy has become the most effective method for the dissemination of music made by popular musicians, allowing the creation of an informal market where the main business are live performances and other products.
Desde hace algún tiempo, la piratería ha sido la principal piedra en el zapato de la poderosa industria musical. Su época de oro, iniciada en los años 50 de la mano de la radio, se extendió hasta mediados de los años 80 sin ningún tipo de amenaza, ni siquiera la de aquella práctica cotidiana de la reproducción en los ya desaparecidos cassettes. Sin embargo, tras el advenimiento de la llamada “era digital”, pareciera que ha comenzado su declive. La posibilidad de copiar y reproducir discos de manera ilimitada y sin pérdida de calidad se ha constituido en la principal amenaza para la industria musical, o mejor decir, para las grandes empresas distribuidoras de contenidos. En América Latina las cifras parecen alarmantes. Según el informe del año 2013 de la IFPI (International Federation of the Phonographic Industry) para el caso de México se calcula que la piratería musical alcanza cifras cercanas al 68%, en Brasil llega al 77%, mientras que en países como Venezuela y Perú se alcanzan cifras un poco superiores al 90%. La postura oficial, es decir, aquella que representa a los grandes trusts de la industria musical, ha generado críticas radicales como la del eurodiputado David Hammerstein, quien considera que las cifras presentadas resultan un sofisma. Según él, hablar de pérdidas producidas por productos no vendidos en sus canales propios de circulación es un despropósito, pues éstas se basan en estimaciones y proyecciones de sus posibilidades de mercado. Sin embargo, de manera paradójica, se benefician al mismo tiempo de la distribución que da a conocer y difundir las obras de los artistas que patrocinan y que generan muchos más ingresos que la venta misma de discos (el merchandising de objetos y accesorios alusivos, derechos televisivos e incluso los conciertos).
En el caso de los artistas la situación también resulta bastante contradictoria. En el año 2001 se hizo famoso un artículo del músico español Ignacio Escolar, titulado “Por favor pirateen mis canciones“ donde cuenta, basado en su propia experiencia, que mientras la venta de 10,000 discos le había reportado ingresos ridículos (unos 2,800 dólares), la piratería le había garantizado conciertos en donde ganaba en una sola noche casi el doble. Y es que la realidad es peor. Según un estudio realizado por Cord Jefferson para el magazine The Root, las industrias fonográficas (y las distribuidoras, que son los mismos) se quedan con cerca del 87% de los ingresos por venta de discos. Si se reparte lo restante entre los músicos, los estudios y las promociones, por cada 1,000 dólares producto de la venta de sus discos, cada artista recibe unos 23. Son célebres las palabras pronunciadas por Courtney Love en el año 2000, en el marco de la Digital Hollywood Online Entertainment Conference, en donde denunciaba que la piratería existía, pero que se encontraba del lado de las grandes disqueras.
En el caso de América Latina, la piratería, sujeta a una informalidad ancestral del mercado, ha generado efectos interesantes en la manera en que se ha articulado a la expansión y difusión de géneros populares. Prácticamente en contravía de las tendencias globales, está transformando de manera radical el mercado musical, que se ha beneficiado de manera creciente de piratear sus propias producciones. En otras palabras, la piratería se ha constituido en el más eficaz método de circulación de la música, dando a conocer artistas y músicos regionales, permitiendo su difusión en un mercado informal en donde el fuerte del negocio se materializa en las presentaciones en vivo. A mayor difusión, aún por los canales informales de la piratería, mayores posibilidades de ser contratados para dar conciertos y ofrecer espectáculos. Esta sugerente conclusión es expuesta por el profesor brasilero Micael Herschmann, en su estudio sobre industrias culturales y músicas populares A reconfiguração da indústria da música. Claro, al ser un mercado informal que escapa a los registros oficiales y a los indicadores económicos, su única huella se manifiesta en los cambios y las prácticas culturales que está generando: modelos de negocios híbridos que transitan entre la legalidad de las tiendas de discos y las zonas grises de la piratería. Pero también en la desterritorialización de géneros y músicas: la cumbia, por ejemplo, cuyo patrimonio se disputan países tan distantes como Argentina, México, Colombia y Perú; o el caso de Monterrey, donde se celebra un Festival Mexicano de Vallenato/Cumbia, mientras que en las calles de Bogotá se celebra el X Festival Internacional de Mariachis.
Estas experiencias han llevado a transformaciones paulatinas en el esquema de negocios de la música. Uno de los más recientes y notorios es Taringa, comunidad web con sede en Argentina, que ha diseñado un negocio en donde son los propios músicos quienes suben sus producciones a internet abriendo posibilidades a su descarga gratuita. En Brasil se ha popularizado un sitio de música streaming llamado Som 13, que al igual que la Musicoteca, promueve artistas jóvenes mediante el download gratuito de sus discos. Otras experiencias se están replicando a lo largo de los países latinoamericanos y se han ido configurando como un mercado alterno, que no sólo moviliza bienes musicales, sino que se han ido constituyendo en referentes identitarios para los pueblos latinoamericanos. Pareciera entonces estarse cumpliendo aquello que en su momento afirmaba Ed O’brien, uno de los miembros de la banda Radiohead y defensor radical de la piratería: “el mercado está cambiando. La industria no”.
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