Lo importante es ganar, no competir
Lläufer, Sports Museum Cologne by PixelAnarchy. License: Public Domain
Abstract: It is not true that in the Olympic competitions wins the best. Usually the richest wins. Well, certainly earns arguably the best: the best fed, the best trained, the best prepared. But for that you need money. And a lot of money. Richer countries spend astronomical sums to win medals, but also political visibility. Poorer countries invest little, but ensure future sympathy among voters.
No es cierto que en las justas olímpicas gana el mejor. Por lo general gana el más rico. Bueno, podría decirse que, en cierta medida, sí es el mejor: el mejor alimentado, el mejor entrenado, el mejor preparado. Pero para eso se necesita dinero. Y mucho. Para las recientes Olimpíadas de Londres, el Comité Olímpico norteamericano recibió cerca de 250 millones de dólares para preparar a sus atletas. Los ingleses invirtieron 160 millones de libras, y de los chinos se sabe que el ministerio del deporte contó con cerca de 2.000 millones de dólares de presupuesto para su preparación.
¿Para qué tanto dinero? Claro, para que los atletas ganen, pero ¿por qué es tan importante ganar? Podría afirmarse que es porque las Olimpíadas son un escenario más político que simplemente deportivo. Hasta la caída de la Unión Soviética, las Olimpíadas fueron una especie de combate singular donde se sublimaba la potencial guerra. No obstante, en la actualidad el asunto ya no tiene que ver con la sublimación de nada. La hegemonía de las potencias es absoluta, y absurda también. Quieren ganarlo todo porque eso también representa más dinero. Las empresas y corporaciones usan las imágenes de los competidores en sus productos, y ellos los usan para ser exhibidos ante millones de televidentes. Ropa, zapatos y accesorios principalmente, aunque también bebidas y alimentos. Y claro, política. Las fotos de los presidentes recibiendo a sus ganadores fueron las primeras planas de la prensa de cada país que ganó al día siguiente de finalizadas las Olimpíadas.
Esto también ocurre en los países más pobres. Bueno, ocurre aunque de manera contraria. Por lo general los gobiernos de estos países –sea América Latina, sea África, sea el corazón de Europa o de Asia– invierten en los viajes de delegados que no compiten ni practican deporte alguno. La mayoría de ellos son políticos que ocupan estos cargos de manera temporal, pero que exprimen de manera eficiente. Los atletas viajan por sus propios medios o reciben exiguas ayudas que por lo general son insuficientes y siempre tardías. Ni siquiera los comités olímpicos esperan mucho de ellos. La divisa de que es más importante competir que ganar, es la frase de cajón con la que se enmascara la falta de confianza en las delegaciones deportivas. Cuando un atleta de un país de estos gana, la victoria se convierte en moral, histórica, siempre dramática y heróica. Salen a flote historias de pobreza y abandono, de superación y dedicación. Los gobiernos prometen “ahora sí” incentivar un programa sostenido de preparación para “nuestros” deportistas nacionales. A los atletas se les promete darles aquello con que nunca contaron –casas, viajes, preparación, etc.–, vienen los festejos nacionales, salen las fotos de los presidentes junto a las medallas –que son las importantes–, y cuando la euforia se ha acabado, y los votos se han conseguido, se vuelve a lo mismo de siempre. Claro, se ha hecho un excelente negocio, se ha invertido poco y se ha obtenido mucho. No sólo medallas, votos también, porque por supuesto, para los países pobres las Olimpíadas también son un asunto de política. Y no importa que no se gane en lo deportivo, siempre se puede sacar algún provecho. Por no ir más lejos, el gobierno de Kenia abrió una investigación en contra de los deportistas de su delegación por los “pobres” resultados obtenidos. El gobierno de Kibaki ha encontrado una excusa perfecta para distraer la atención de sus conflictos con la oposición por la legitimidad de su elección. Él, como muchos otros políticos lo sabe perfectamente: lo importante siempre es ganar, no competir.
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