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Nuevos debates públicos por las políticas de apoyo a deportistas

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Sebastián Crismanich de Argentina, medalla de oro en Taekwondo, Olimpíadas Londres 2012. Foto de Presidencia de la Nación Argentina en Wikimedia Commons. Creative Commons License 2.0 Generic

Sebastián Crismanich de Argentina, medalla de oro en Taekwondo, Olimpíadas Londres 2012. Foto de Presidencia de la Nación Argentina en Wikimedia Commons. Creative Commons License 2.0 Generic

Abstract: New public policies for supporting amateur sportsmen had been reecently motive of public discussions in Argentina. Among them, a new tax on cell-phone users which led to the creation of a specific state agency (ENARD). Olympic Games were a new chapter in this debate about which policies are best for promoting sports.

En la Argentina, durante las últimas décadas se han difundido informaciones en la prensa sobre la gran desigualdad entre los deportistas amateur locales y los de países que brindan un fuerte respaldo al desarrollo deportivo. Muchos deportistas atravesaron situaciones en las que el Estado no cumplía con los apoyos prometidos o directamente el respaldo no se producía.

Una nueva política del Gobierno argentino dirigida a apoyar el deporte de alto rendimiento quedó en primer plano durante los últimos Juegos Olímpicos, lo que a su vez desató una serie de nuevas polémicas en el país. ¿Se trata de una política que puede ayudar a poner en pie de igualdad a este país sudamericano con otras “potencias deportivas”? ¿Este tipo de acciones son prioritarias y requieren de un esfuerzo de toda la sociedad para ser llevadas adelante?
En 2009, una ley del Congreso creó el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), un organismo público que se financia con un impuesto. Se trata del uno por ciento aplicado sobre el monto que las empresas de telefonía celular facturan a sus clientes por los servicios de telecomunicaciones brindados.

Un tercio del presupuesto total del Ente está destinado al pago de becas a deportistas, que hoy suman unos 900 deportistas de élite, casi 500 “jóvenes talentos”, y unos 280 entrenadores y técnicos, con acceso a cobertura médico-asistencial.
En ese contexto, las polémicas no se disiparon. Recientemente,  un yudoka argentino que participó de los Juegos Olímpicos de Londres se quejó de esa situación y del acceso a un “campo de entrenamiento” de primer nivel que había tenido su rival. El responsable del ENARD, el empresario Gerardo Werthein, rechazó la acusación y señaló que se había financiado al deportista para que participara de “seis giras” internacionales.

Otra polémica se desató cuando el único argentino que obtuvo una medalla dorada, el taekwondista Sebastián Crismanich, debió desmentir que hubiera tenido que vender su automóvil para poder financiar su entrenamiento. Se trataba de una campaña anónima que se difundió a través de la red social Facebook por parte de sectores opositores al Gobierno nacional y a la nueva política deportiva.

El deportista, que ahora se convirtió en una persona muy conocida en la Argentina, negó el rumor, explicó que sí recibió apoyo oficial e incluso se mostró sonriente con la presidenta Cristina Kirchner.
Como vemos, en todos los casos, la participación de deportistas en los Juegos Olímipicos se convierte, a fin de cuentas, en algo que va mucho más allá de un tema “deportivo”. Debates sobre políticas públicas, acciones políticas y distintos tipos de difusión mediática se mezclan en el marco del evento que cada cuatro años capta la atención global.

Durante los juegos, como consecuencia de la nueva política deportiva oficial, las miradas de la prensa y un sector de la población estuvieron puestas en el desempeño de los deportistas en Londres 2012, lo que provocó polémicas, discusiones y diferentes miradas sobre lo ocurrido.

En general, el sentido de los comentarios partía de un elemento previo al desempeño deportivo: la opinión positiva o negativa que el observador tuviera sobre el actual gobierno.
El balance fue complejo. Por un lado, el país se ubicó en el puesto 42 entre los países participantes, sexto entre los de América Latina y el Caribe después de Cuba, Jamaica, Brasil, Colombia y México. Por cantidad de medallas obtenidas es la 9ª de las 20 presentaciones olímpicas oficiales del país, aunque por cantidad de diplomas olímpicos –diez–, el resultado se encuentra entre los más altos de la serie histórica, sólo superado por Londres 1948 y Helsinki 1952.

El titular del ENARD argumentó que “es tiempo de pensar a largo plazo” y subrayó que la estrategia que encarará la Argentina no apunta a “comprar medallas”, sino a “invertir a futuro”.

En la cuestión de los Juegos Olímpicos y el desempeño deportivo, tanto para países que son potencias mundiales en otros ámbitos como para países que no lo son se juegan distintos elementos políticos y también económicos.
¿Cuál es la política más adecuada para impulsar el deporte de alto rendimiento? ¿Qué vínculo tiene eso a su vez con la idea de formentar la actividad deportiva en toda la sociedad? ¿Cómo se financian estas actividades de la manera más justa y equitativa posible?

Todas esas preguntas se despliegan en este caso para un país “mediano” como la Argentina que, en distintos ámbitos aún debate cuáles son las mejores estrategias de fomento de políticas de mediano y largo plazo.

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Nicolás Tereschuk Twitter: escribaNicolás

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