Si vis pacem, para bellum. ¿Es posible la paz en Colombia?
Abstract: War and peace are two opposite, yet complementary aspects of the complex human nature. One simply cannot exist without the other. There are many ways to understand peace, a very narrow conception of peace is peace as the absence of war, or the absence of violent armed confrontation. A much broader notion of peace would imply deeper social aspects such as wellbeing, respect, dignity and even happyness within the society. Colombia has lived with an armed conflict the past 4 decades. The last attempt to negotiate peace has been announced a month ago. Is Colombia prepared for peace?
Guerra y paz son solamente dos dimensiones de la compleja naturaleza humana, por lo que uno no existe sin el otro y ambos coexisten en todo ser humano. Es tal la complejidad, que necesariamente debemos distinguir aquello que entendemos por “paz”. Ésta puede ser estrictamente la ausencia de una confrontación armada violenta, como de manera más amplia, puede evocar aspectos sociales más profundos, como el bienestar, el respeto, la inclusión, la dignidad y por último, la felicidad dentro de la vida en sociedad.
Colombia ha vivido en un conflicto armado los últimos 40 años. Son generaciones de colombianos que no conocen lo que es que su país no esté en guerra, que tienen en lo profundo de su memoria atrocidades y violencia que en otras partes serían impensables. ¿Es posible lograr la paz en medio de la guerra? A esto le apuesta Colombia.
“Si quieres paz prepárate para la guerra”. Esta antigua frase resume el mensaje que el Presidente Juan Manuel Santos le dio al país cuando anunció –irónicamente– que nuevas negociaciones de paz con el grupo guerrillero FARC comenzaban formalmente. ¿Por qué esta contradicción? Porque a diferencia de anteriores procesos de negociación, esta vez las conversaciones se llevarán a cabo sin un cese al fuego entre las fuerzas regulares del Estado y las cada vez más debilitadas militarmente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. El mandatario advirtió que en estas condiciones, la población debería prepararse para una escalada de la violencia en el país.
Para muchos este es un juego del presidente para mantener a su favor a aquellos que no quieren una negociación a costa del sacrificio de la seguridad, pero al hacerlo puede ponerse en riesgo el apoyo de sectores importantes de la población. Además, si las negociaciones se llevan a cabo en medio de ataques a la población, pueden eventualmente perder legitimidad, la distinción entre el cese al fuego (estrictamente entre partes beligerantes) y cese de hostilidades (con referencia a la población civil) cobra entonces gran importancia en la actualidad.
Dentro de las razones por las que las negociaciones se llevan a cabo sin un cese al fuego son, en primer lugar, la falta de confianza en el grupo guerrillero, que en anteriores negociaciones violó las treguas establecidas; por otro lado, la ventaja militar en la que se encuentra el Estado frente al grupo armado, lo que le permite poner las condiciones bajo las cuales se negocia. Las FARC están militarmente debilitadas, por lo que le apuestan a su potencial como actores políticos (por demás deslegitimados en el país). Internamente, la guerrilla está dividida entre la narcoguerrilla y la guerrilla de vieja guardia de corte marxista-leninista. Teniendo todo esto en cuenta, y precisamente para proteger el proceso, se acordó que las negociaciones se realizarán fuera del país, una primera etapa en Cuba y la segunda en Noruega, con ambos países como mediadores, además de Chile y Venezuela como facilitadores.
Dentro de los puntos en la agenda de negociación se encuentran la cuestión agraria, que por décadas fue la bandera del grupo guerrillero, pero que irónicamente hoy deja de ser una de sus prioridades, pues a través del despojo a la población civil y la desmovilización de los paramilitares, hoy en día está en poder del 38% de las tierras en el país.
Al margen de a dónde lleguen las negociaciones, quedan muchas preguntas cuyas respuestas deberán construirse en un contexto democrático y que requerirán mucha paciencia. Dentro de esas incognitas están el qué va a suceder con miles de guerrilleros que depongan las armas en el aspecto laboral, de reinserción social; ¿requerirá Colombia un ejército de cientos de miles de soldados una vez que el enemigo haya desaparecido? ¿Qué sucederá con los cientos de miles de personas que hoy tienen un trabajo, una razón de ser, por la mera existencia del conflicto (desde empresas de seguridad, a ONG que estudian el conflicto, tanques de pensamiento, instituciones estatales enteras dedicadas a lidiar con el conflicto)? ¿Cómo cerrar heridas causadas por los miles de desaparecidos, secuestrados, asesinados, impunidad y mentira? ¿Está Colombia preparada para lidiar con una posible crisis de identidad post conflicto? No olvidemos que hablamos de décadas de guerra en la que maquinarias para coexistir con ella se han establecido y forman parte del imaginario colectivo.
Un aire esperanzador se respira en Colombia. Si los acuerdos logran un fin al conflicto será sin duda un éxito y un deseo realizado para cada uno de los individuos que habitan este territorio; sin embargo, habrá que ser cautos y estar preparados, pues sólo entonces comenzará el mayor desafio para la población: construir la nueva paz, aquella que no es simplemente la que sustituye la confrontación armada y violenta, sino la que implica una verdadera reconciliación, aceptación, reinserción, sanación, inclusión, respeto a los derechos humanos y dignidad.
¿Es posible la paz en Colombia? La paz en sentido estricto sí, pero la paz en sentido amplio no existe en ningún lugar del planeta, por lo menos no de forma permanente. Nuevos conflictos aparecen como producto de nuestra propia creación.
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