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La Paz se vive con violencia

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Marcha por el centro de La Paz, Bolivia

 

Marcha por el centro de La Paz, Bolivia

Marcha por el centro de La Paz por Vocesbolivianas en Flickr, BY-NC-SA 2.0

Abstract: La Paz city got that name because it was founded to pacify the region after the civil war between the followers of Francisco Pizarro and those of Diego de Almagro in the 1540’s. The city was then granted a moto that conveyed the intention of uniting those before separated and having them living in peace and love. However this has been forgotten long ago. The city has been the chosen scenario from the XVIII century to this day to protest and lead rebellions against the government, no matter which one, colonial, republican or the Plurinational State of Bolivia.

Bolivia lleva 76 años sin saber de conflictos bélicos en su territorio o incluso en su región. Sin embargo, esto no significa que reine la paz dentro de su territorio. Muy por el contrario, hemos llegado al punto de tener más de seis sectores movilizados en una misma semana, por varias semanas consecutivas. Un paro médico de más de un mes, protestas estudiantiles, de maestros, de trabajadores mineros (los más agresivos) y de pueblos indígenas de tierras bajas. Todo esto en una sola ciudad, en lo que va de este año, en la siempre irónicamente llamada, ciudad de La Paz.

La ciudad se fundó en 1548 precisamente con el propósito de pacificar la región que había vivido los enfrentamientos de las guerras entre pizarristas y almagristas. Al fundarla se le otorgó como patrona a la Virgen de Nuestra Señora de La Paz y se elaboró el siguiente lema: “Los discordes en concordia/En paz y amor se juntaron/Y pueblo de paz fundaron/Para perpetua memoria”.

Pues todos se olvidaron, se olvidaron de la concordia, de la paz, del amor y del pueblo. En La Paz, las marchas, los dinamitazos, las gasificaciones, los bloqueos, los gritos, los insultos y represiones son el pan de cada día. Es posible que todo comenzara en 1781 cuando Tupac Katari cercó la ciudad por más de un año en una de los levantamientos indígenas más importantes de la región. Con esa inspiración, Felipe Quispe repitió el cerco el año 2000 haciendo temblar al gobierno de turno. En ese tono continuaron las protestas y bloqueos liderados por Evo Morales hasta el año 2005 en que fue elegido presidente constitucional de Bolivia.

A pesar de que los movimientos sociales e indígenas finalmente tomaron el poder, las protestas no han cesado, es más, han aumentado. De acuerdo con una investigación del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), el incremento anual del número de conflictos coincide con el creciente desencanto de muchos sectores de la población  que perciben que sus expectativas no son satisfechas. Tal vez es porque las esperanzas que flotaban en el aire de que las cosas con Evo Morales cambiarían radicalmente, se han esfumado. El cambio llega, pero no como soluciones mágicas y no todos se contentan. Por el otro lado, hay una mayor participación (muy activa) de más sectores sociales que antes estaban callados (no necesariamente silenciados). Evidentemente hay una sensación de que los temas conflictivos se deben discutir y resolver a la luz pública, y mejor si es en el escritorio del gabinete presidencial, o sea en La Paz.

Este es uno de los temas que personalmente más cuestiono de este gobierno. Su excesivo centralismo en la figura de Morales hace que inevitablemente la población quiera acudir a él literalmente para solucionar sus problemas. De ahí que sea tan común escuchar en las protestas, marchas, bloqueos: “no vamos a ceder hasta que  no venga el presidente”.  Puede ser muy cómico visto desde otras realidades, pero aquí somos así, es con el jefe con el que se habla. Pero claro, cómo gobernar así si tienes a todo el mundo en pie de protesta. Aún cuando el presidente participara en esta dinámica, no acabaría nunca de recibir quejas y al país lo gobernaría alguien más.

Entonces, ¿quién soluciona los problemas? Pues, a veces parece que nadie. Hay una permisividad ante los conflictos que hace que éstos se prolonguen innecesariamente afectando a todo el mundo, a los que protestan y a los que no, pero sobre todo, a la ciudad. Tener mineros dinamitando el centro de la ciudad por varios días no es pacífico ni grato.  Tener familias indígenas pasando hambre y frío en nuestras calles tampoco nos parece justo, el bolsillo del paceño es generoso y a falta del gobierno está la ciudadanía, como sucedió en la IX Marcha en Defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), pero ése no es nuestro trabajo, para eso tenemos ministros y muchos funcionarios bien pagados. Esto hace que aunque en paz oficial, la vida en la ciudad de La Paz sea siempre violenta. Quisiéramos que pase, quisiéramos que haya diálogo, conciliación, y todas esas cosas lindas que pueden hacer los gobernantes, pero pocas esperanzas nos quedan. Nos toca aprovisionar las alacenas y armarnos de paciencia para perpetua memoria.

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