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Parto en casa: nacer no es una enfermedad

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La llegada de Julieta
La llegada de Julieta

La llegada de Julieta. Foto del autor.

Abstract: For medicine, pregnancy is considered a disease and childbirth is part of a surgical protocol. The “clinicalization” of labor involves the intervention of a number of violent and invasive procedures that have been standardized. A process as natural as birth has become a totally unnatural event and manipulated, but also lucrative. According to UNICEF data, in Brazil, the number of unnecessary cesareans is around 45%. In many Latin American countries if a woman wants a natural birth she must pay the doctor. Cesareans, however, are covered by the health system. But the problem is not just medical, also of information and attitudes of patients. Cesarean demand increases substantially for convenience – it’s easy to program and schedule the birth of a baby in the hectic modern life that does not accept contingency – or fear of physical pain of childbirth.

De nuestros cuatro hijos, dos nacieron en clínicas y dos en casa. Las experiencias en las clínicas fueron frustrantes e indignantes; los médicos, amparados en su omnímodo e incuestionable poder decidieron dónde, cómo y en qué momento debían nacer nuestros hijos. Uno aplicó oxitocina para inducir y apresurar el parto pues tenía prisa por realizar una cesárea programada; el otro, luego de muchas promesas de permitir el desarrollo normal del parto, inmovilizó a mi esposa en una cama obligándola a tener el bebé en una posición bastante incómoda, que precisó luego del uso de fórceps para, literalmente, “extraer” al bebé. Ese era el protocolo médico, adujo. Los bebés fueron luego sometidos a todo tipo de manipulación y maltrato: mediciones, punzadas, hurgadas… todo, según el equipo médico, normal y natural. Ese es el protocolo. “Es que nacer es algo traumático” decía una enfermera, mientras uno de nuestros hijos no paraba de llorar luego de haber sido sometido a su primer gran maltrato en la vida.

Y es que ése es uno de los problemas fundamentales: para la medicina, la gravidez es considerada una enfermedad y el alumbramiento forma parte de un protocolo quirúrgico. La “clinicalización” del parto implica la intervención de una serie de procesos invasivos y violentos que se han normalizado. Un proceso tan natural como nacer se ha convertido en un evento totalmente antinatural y manipulado, pero también lucrativo. En Brasil, el número de las cesáreas innecesarias ronda el 45%, según datos de la ONU. Y es que a un médico se le paga más por una cesárea, que es rápida, programable y que está bajo el control del sistema de salud, que por un parto natural en el cual se requiere de tiempo, paciencia y fortaleza, pero que también es incierto para el sistema médico.

Según un artículo de la BBC, en muchos de los países de América Latina si una mujer quiere un parto natural debe pagar ella misma el médico. Las cesáreas, en cambio, están cubiertas por el sistema de salud. En nuestro caso, la opción del parto en casa implicó asumir los costos por cuenta propia. Pero el problema no es sólo médico. También es de información y de actitud por parte de las pacientes. La demanda de cesáreas se incrementa sustancialmente por comodidad -es fácil programar y agendar el nacimiento de un bebé en la agitada vida moderna que no acepta contingencias-, o por miedo físico al dolor del parto.

Frente a esta situación se han incrementado movimientos que luchan a favor del parto humanizado, y particularmente, por el parto en casa. En Brasil se está promoviendo una petición pública para crear una ley que permita a las doulas (parteras) participar del parto en clínicas y hospitales. Según los argumentos, respaldados en los estudios realizados por Klaus y Kennell en Mothering the Mother, la participación de parteras reduce sustancialmente el número de cesáreas, reduce el tiempo del trabajo de parto, reduce el uso de analgésicos epidurales, evita el uso de inductores de parto (tales como la oxitocina), elimina el uso de fórceps y de un sinnúmero de procesos invasivos y muchas veces inútiles.

Pero el parto en casa ofrece muchas otras ventajas. Mientras que en una clínica la madre es aislada de todo soporte emocional (en ocasiones se permite la entrada al marido, mas su papel es pasivo y restringido por los protocolos médicos), el parto en casa ofrece, por el contrario, un acompañamiento afectivo fundamental. De otra parte, el acompañamiento profesional generalmente es provisto por personas que, teniendo el conocimiento científico y la experiencia adecuada (no realizar un parto en casa si existe un mínimo riesgo, por ejemplo), renuncian a los nefastos e invasivos protocolos clínicos como el más simple y fundamental: no separar al recién nacido de su madre. Un estudio interesante de las ventajas del parto en casa fue recogido recientemente en el documental Freedom for birth, que puede ser visto en internet. Sin embargo,  y a pesar de que el parto en casa cobra cada día más fuerza, paradójicamente, no es una opción económica, pues no está cubierto por ningún tipo de sistema de salud. En nuestro caso, fue un sacrificio económico el que tuvimos que hacer, pero sabemos que sólo se nace una vez…

Hace una semana nació en casa nuestra pequeña hija Julieta. El que naciera en casa fue una decisión tomada de manera consciente y radical. Pero también política. Fue nuestra respuesta a la normalización de este conjunto de prácticas inhumanas y poco éticas que han hecho del parto algo antinatural y anormal, pero también de manera general, han hecho de la medicina un mecanismo de control que subyuga y atropella la dignidad de las personas. En nuestra propia experiencia, el nacimiento de Julieta fue maravilloso. No exento de dolor, pero lleno de la emoción infinita de estar asistiendo al nacimiento de una nueva vida.

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oscarguarin

PHD student of Social Sciences at the UNICAMP in Brazil. Bachelor’s degree (1995), and Master in History (2004). Assistant Professor at the History Department of the Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.