La perjudicial falta de libre comercio en Bolivia
Abstract: The notion of economic integration and free trade are not well-understood or implemented in Bolivia. Despite the fact that Bolivia has signed several Free Trade Agreements (FTA) and is actively engaged in regional economic blocs, it still sees more negative than positive aspects to FTA’s. The Government needs a comprehensive economic policy which fosters diversification of Bolivian exports, facilitates the access to markets and contributes to the improvement of the regional blocs in which the country participates, in order to make them more efficient. Furthermore, it is of paramount importance for Bolivian society to understand what free trade is and what benefits it can provide.
Desde la escuela primaria, los profesores de Ciencias Sociales nos enseñan que Bolivia tiene todo el potencial necesario para abandonar la pobreza, desarrollarse y crecer. El país ha sido verdaderamente bendecido con una posición geográfica estratégica y abundantes y diversas materias primas. Situado en el corazón de América del Sur, Bolivia tiene la capacidad de servir como enlace entre el Atlántico y el Pacífico y como un centro de comunicaciones entre Chile, Argentina, Paraguay, Brasil y Perú.
Debido al superficial conocimiento de lo que significan el libre comercio e integración económica en Bolivia, estos conceptos son abstractos y parecería que no tienen verdadero impacto en la vida cotidiana de los bolivianos. Son vistos con recelo e inclusive rechazo puesto que el libre comercio es, en algunos círculos, sinónimo de injusticia social.
En la política comercial del país, las consideraciones políticas han prevalecido sobre las económicas a la hora de firmar acuerdos comerciales y profundizar la participación boliviana en organizaciones regionales. Bolivia adolece de una política exterior pragmática y de largo plazo que logre insertarnos en nuevos mercados, ya sea firmando acuerdos de complementación económica o tratados de libre comercio. De igual manera, es necesaria una verdadera alianza entre los sectores público y privado para que el primero promueva e incentive la inversión en el segundo.
En el ámbito multilateral, Bolivia ha estado involucrada en tres grandes procesos regionales que han dado resultados pobres y desalentadores. En primer lugar se encuentra la Comunidad Andina de Naciones (CAN), uno de los mecanismos multilaterales más antiguos del continente, el cual está muy cerca de ser catalogado como irrelevante puesto que hay muchas diferencias en la política comercial de Colombia y Perú con Ecuador y Bolivia. Mientras que Bogotá y Lima abogan por más acuerdos comerciales con otras organizaciones regionales, La Paz y Quito se oponen a los mismos. Bolivia, junto con sus socios andinos, tiene que rediseñar este bloque para que se adapte a la realidad de la economía internacional. El 17 de junio de 2013, el Viceministro boliviano de Comercio Exterior e Integración, Pablo Guzmán, fue designado como Secretario General de la Comunidad. Al día siguiente de arribar a la sede en Lima, para tomar las riendas de la organización, Guzmán anunció que en 30 días va a presentarle a los Jefes de Estado del bloque un plan para relanzar (nuevamente) la Comunidad y hacerla capaz de “enfrentar este nuevo siglo y los nuevos desafíos en todos los terrenos”. Quizás esta sea la oportunidad para lograr el rediseño de la CAN.
En diciembre del 2012, Bolivia fue admitida al Mercado Común del Sur, un bloque que tiene muchos problemas. Las políticas proteccionistas de Argentina, la controversial suspensión de Paraguay y la admisión de Venezuela, han puesto en evidencia que este bloque se ha convertido más en un foro político que económico y los resultados que está produciendo son insuficientes. Es cierto que el ingreso como miembro pleno es un triunfo para Bolivia pero para que esta victoria política se transforme en una económica, La Paz tiene que abrirse, por lo menos de forma parcial, a la idea de negociar acuerdos de libre comercio, por ejemplo, con la Unión Europea.
El otro gran intento de integración en el que Bolivia participa es la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), un proyecto fundado por Venezuela y que cuenta con Cuba, Bolivia, Nicaragua, República Dominicana, Ecuador y Antigua y Barbuda como sus miembros. Bolivia ha buscado que el ALBA reemplace a otros mercados (como el estadounidense). Sin embargo, el intercambio comercial entre los miembros es pequeño y está centrado completamente en las decisiones de Caracas.
El Gobierno del Presidente Morales, junto con organizaciones sindicales, son los principales opositores a la idea de firmar acuerdos de libre comercio (ALBA es la excepción), porque consideran que este tipo de medidas traen más daño que beneficio a la economía doméstica. Es cierto que las objeciones al libre comercio no están del todo equivocadas porque la apertura de la economía, cuando no es gradual, incrementa la vulnerabilidad de la industria nacional a la competencia global. Las pequeñas y medianas empresas generalmente no puede competir con las grandes multinacionales y el libre mercado puede tener efectos ambientales negativos.
Sin embargo, la respuesta no debe ser el aislamiento de la economía internacional; más bien es imperativo que el gobierno, el sector privado y la sociedad civil trabajen con el objetivo de negociar acuerdos de integración de manera coherente, teniendo en cuenta los intereses nacionales. Un tratado de libre comercio bien negociado puede traer prosperidad, incrementar nuestro desarrollo tecnológico, la capacidad de industrializar nuestros recursos e inclusive mejorar nuestra calidad de vida.
Bolivia necesita gobernantes que negocien acuerdos justos, que abran mercados y fomenten no solo la exportación de materias primas sino que incluyan políticas de apoyo a diferentes sectores y que busquen exportar productos con valor agregado. Si continuamos exportando solo materias primas y no fomentamos las exportaciones de bienes, nuestro aprovechamiento de los beneficios del libre comercio será insuficiente..
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