Trabajo doméstico remunerado: la tarea pendiente de América Latina
Abstract: 52.6 million people around the world work as domestic workers. 90% of them are women. 19.6 million are in Latin-America and the Caribbean. The lack of governmental regulations for these kind of workers has permitted that a high number of women, but also children and/or adolescents, live in conditions similar to slavery. Most of these jobs are badly paid; don’t have access to medical insurance or retirement funds. Women work long journeys, have no vacation and get fired if they become pregnant. Some Latin-American countries have issued special laws to protect these workers, but there’s still a lot to be done to assure good quality working conditions for them.
Durante décadas, el trabajo doméstico remunerado ha sido una alternativa económica para millones de personas alrededor del mundo. Tareas como realizar limpieza en casas, cocinar, lavar, planchar, cuidar personas mayores, niños o enfermos, son ejercidas por poco más de 52.6 millones de personas a nivel mundial, según un reporte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Más del 90% son mujeres. En América Latina y el Caribe se estima que la cifra de personas empleadas en tareas domésticas remuneradas asciende a 19.6 millones de personas.
Se cree que el sostenido aumento de las cifras que esta área de trabajo ha tenido en años recientes, está en relación directa con el hecho de que más mujeres profesionales o con estudios de algún tipo se incorporan al campo laboral, haciéndose necesario que alguien se haga cargo de las tareas que, por ausencia, no pueden realizar. Algunas veces estas tareas son asumidas por familiares cercanos (cumpliendo así trabajo doméstico no remunerado, cuyo valor en horas de trabajo no llega a ser es reconocido como parte del Producto Interno Bruto, PIB).
El hecho de ser formas de trabajo que no requieren de estudios ni de mayores conocimientos lo convierten en una alternativa de empleo de fácil acceso. Sin embargo, la falta de protección estatal y cumplimiento de derechos laborales y humanos no lo convierte en una alternativa atractiva. Es nada más un tipo de tarea que se ejecuta cuando no se tiene otra opción, ya que la calidad de empleo es mínima.
Maltratos físicos y psicológicos, largas jornadas de trabajo sin pago de horas extra, falta de vacaciones y escasos días libres, acoso y abusos sexuales, despido por embarazo, falta de acceso a servicios médicos o seguro social y la ausencia de un fondo de pensión en la vejez, son sólo algunas de las circunstancias con las que se tienen que enfrentar. En algunos países la situación es tan dramática que las mujeres y menores de edad que se dedican a este tipo de labores viven en condiciones de virtual esclavitud.
La falta de regulaciones o controles sobre el trabajo doméstico remunerado permite que muchos menores de edad también lo estén ejecutando. La OIT estima que hay por lo menos 2 millones de niños ocupados en trabajo infantil dentro de hogares, de los cuales el 90% son niñas.
Asia lleva la delantera en cuanto al trabajo doméstico infantil se refiere. Se estima que dicho continente representa alrededor del 60% del total de trabajadores infantiles domésticos, con 1,5 millones en Indonesia, 1 millón en Filipinas y 100,000 en Sri Lanka.
Entre los países de Latinoamérica, las cifras tampoco son alentadoras. Se calcula que hay 300,000 trabajadores infantiles domésticos en Haití, 7,000 en Costa Rica y más de 110,000 en Perú, según un estudio hecho por Anti-Slavery International.
El trabajo doméstico remunerado, al ser un tipo de labor no regulada a cabalidad por las leyes de los diferentes países, otorga sueldos que, en el mejor de los casos, son equivalentes al salario mínimo. Pero al no existir reglamentaciones firmes al respecto, muchas veces este tipo de trabajo recibe menos del sueldo mínimo nacional establecido. En muchos casos, los empleadores descuentan del sueldo ofrecido el valor de los alimentos que dichos empleados consumen y, en el caso de los que duermen en su lugar de trabajo, también les es descontado el uso de servicios como agua y electricidad. Esos descuentos se consideran “pago en especies”.
Es en Latinoamérica donde esta forma de empleo va en rápido aumento, en comparación con otras regiones del mundo. De 10.4 millones que había en 1995, la cifra se ha elevado a los 19.6 millones que resultaron contabilizados en el 2010.
Pero las cifras son engañosas y es muy posible que el número de mujeres, menores de edad y hasta hombres dedicados a tareas domésticas remuneradas sea mayor. El hecho de no tener registros de seguro social y pago de pensiones no permite un control adecuado de este tipo de trabajadores. Además, cuando se hacen encuestas del hogar, el personal doméstico no suele ser contabilizado, ya que no se les considera miembros del clan familiar.
Varios países de Suramérica cuentan ya con legislaciones especiales para proteger este tipo de trabajo. Argentina, por ejemplo, aprobó en marzo de este año, un proyecto que crea el nuevo régimen de trabajadoras de casas particulares, ley que reemplaza la vigente desde 1956, que no contemplaba licencias de trabajo ni horario de jornada laboral.
En Centroamérica, solamente Honduras y Panamá tienen leyes especiales que se enfocan en las trabajadoras domésticas remuneradas. En el resto de países se ha tocado con extrema cautela el tema y no es un proyecto considerado como urgente. El Salvador aprobó en el 2010 la incorporación de las trabajadoras domésticas remuneradas al sistema de la seguridad social, no sin el descontento de ciertos grupos sociales que consideran esto como una carga adicional a sus bolsillos y que algunos se declararon no dispuestos a cumplir. Esto en un país que históricamente ha considerado a las trabajadoras domésticas como ciudadanas de segunda categoría.
Es, posiblemente, una visión que se tiene en todas partes del mundo. No se puede explicar de otra manera el abandono total en que este gremio ha trabajado durante toda su existencia. Para muchos países, continúa pendiente la tarea de brindar a este sector de trabajadores, condiciones dignas de empleo, asistencia médica y retiro en la vejez.
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